El sábado pasado, 17 de septiembre, se cumplieron 20 años de la salida de No More Tears, discazo del hoy abuelito (62) y siempre príncipe de las tinieblas Ozzy Osbourne. No es un disco cualquiera, si no uno de los puntos más altos de su carrera solista. Ozzy, como ya sabemos, después de integrar y ser miembro fundamental de Black Sabbath, la banda que literalmente inventó al género heavy, fue despedido y comenzó junto con la década de los 80’s su carrera en solitario. Con altibajos, claro. Después de 2 discos con el memorable Randy Rhoads en viola y colaborando con las composiciones, a partir de la muerte de este es que también comienza una etapa de incertidumbre, personal y musical, que tendría fin varios años después, luego de algunos discos olvidables, gracias a No More Tears.
Fueron varias las razones que hicieron que Ozzy vuelva con todo en los 90’s. En primer lugar, si bien estaba trabajando con él desde la placa anterior, No Rest for the Wicked, es en No More Tears donde Zakk Wylde demostró que no iba a ser uno más de los guitarristas que entraban y salían si no que iba a quedarse por un largo tiempo, aportando su evidente talento como violero pero también como compositor.
Y si de composición de este álbum hablamos, no es un dato menor, es un hecho fundamental que Ozzy haya ido en busca de la ayuda de su viejo amigo Lemmy Kilmister, quien aporta las letras de 4 canciones. En batería Randy Castillo hizo lo suyo mejor que antes y además colaboró en la composición, en los teclados estuvo John Sinclair y en bajo, una curiosidad, que también sirvió para que el disco fuera exitoso: Bob Daisley fue el bajista durante casi toda la grabación del álbum, pero fue Mike Inez, quien se suma sobre el final de la misma, para reemplazarlo a Bob y quedarse, el que aportó algo fundamental: la línea de bajo del tema que le da título a la placa, No More Tears. Temazo absoluto, 7 minutos y pico de una banda inspiradísima, uno de los pilares del suceso que hizo que Ozzy retomara su posición de Dios del Metal y la ostentara hasta el día de hoy.
Mr. Tinkertrain rompe todo abriendo el disco, luego de unos segundos de una grabación sacada de un corto de Stephen King de 1978, donde unas chicas juegan y preguntan “¿donde esta ella?”. Con Ozzy para su mal, ya que este tema habla de abuso infantil, perdida “compulsiva” de la virginidad y otras atrocidades, en la voz del autor de estos actos criminales. “¿Querés algunos caramelos niñita? Vení un poco más cerca, te voy a mostrar un mundo nuevo esta noche” y “tengo un boleto de ida para llevarte del otro lado, vení sola y no seas tímida”, solo dos frases de este temazo pedófilamente polémico.
Ahora las colaboraciones de Lemmy: sacando el pasable Desire, las otras son importantes. Juntos Ozzy, Zakk Wylde y Lemmy hacen Mama I’m Coming Home, una gran balada, algunos dicen dedicada a Sharon a quien él suele decirle “mamá”. Mmmmh. El mismo trío compuso Hellraiser, tema muy conocido que al año siguiente grabaría Lemmy con Motorhead en una versión algo diferente, ambas, geniales. Y los tres, junto al batero Randy Castillo, harían I don’t want to change the world, otro gran tema, poderoso, ganchero y con una letra que dice “yo no cambiar al mundo, yo no quiero que el mundo me cambié a mi”.
Por si fuera poco con estas canciones, este disco también tiene un par más de baladazas, además de Mama I’m Coming Home, claro. Más sencillas, igualmente poderosas y encantadoras: Road to Nowhere y Time After Time, el complemento ideal para redondear un gran, gran disco.
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